Juan María Nin
La primera carta de la nueva y decisiva partida la enseñó el Gobierno en julio de 2010. Comenzaba entonces la reforma financiera, exigida por el Banco de España, deseada por el Gobierno y tutelada, muy tutelada, por los siempre celosos mercados. La segunda carta cayó con frialdad sobre la mesa en enero de este año: era el remate, la terrible cuesta, la re-reforma en la que se elevaban los requisitos de capital básico, se fijaban plazos innegociables y se desvelaba la amenaza de la nacionalización vía FROB. Durante casi un año, los corrillos y conciliábulos se multiplicaron. Hubo miles de teorías y quinielas. Pero nadie, absolutamente nadie, supo decir qué haría La Caixa. La primera caja española por depósitos, inversión y banca minorista; la segunda en créditos y activos guardaba silencio.
¿Improvisación? ¿Parálisis ante la incertidumbre del partido decisivo de la temporada? Nada más lejos de la realidad. «En octubre de 2007, La Caixa ya inició el camino para colocar en bolsa una parte de su capital. En julio de 2010, vimos que necesitábamos un banco. [Elena] Salgado nos comunicó las nuevas reglas un martes y el jueves lo teníamos todo preparado». Reconstruye la secuencia el director general de La Caixa, Juan María Nin (Barcelona, 1953), durante su intervención en el Foro Joly celebrado ayer en Sevilla y patrocinado por el grupo Bogaris. La reconstruye con la misma sencillez con que intenta ofrecer el puñado de claves que definen hoy la realidad económica y financiera española, los errores del pasado, los aciertos del presente y un porvenir que no considera en absoluto lóbrego.